El hombre del tren
Llegaste a la multitud
con olor a frutas mediterráneas
y el bolso colgando del hombro.
Siempre venías silencioso
a la misma hora
y tomabas el mismo tren.
Tus ojos miraban por la ventanilla
la espesura del valle
o se cerraban o leían durante el trayecto.
Descendías en la parada de San Francisco
y te observaba alejarte por el camino
hacia la nada.
Nunca te escuché hablar
nunca me viste
ni aún aquella vez que me senté a tu lado
y aspiré el mar de tu silencio.
¿Por qué entonces te esperaba cada lunes?
¿Por qué todavía te espero aunque no acudas a la estación?
¿En qué otra estación del mundo ahora esperas?
¿Qué otra mujer te verá llegar y le salvarás los ojos?
Siempre me hago preguntas incontestables
siempre me fijo en hombres
que dejan su estrella
y luego
desaparecen.
Del libro “Días muertos de una isla”
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