Dedicado a la Botica Francesa de los Triolet.
I
En los entresuelos puede andar
la madera
cual ángel enmudecido
apretándose a las gargantas de
las puertas.
Suele gritar su opulencia en las
mesas
coronarse espléndida
en los relojes desvirtuados por
el humo.
Puede brillar vestida de
cristales
o brillar deshecha
donde nadie ha visto.
II
Copas vacías
mudas copas desterradas.
Todo el brillo muerto en las
máculas.
Detrás
como espejismo
dedos violáceos señalando cuál
de ellos
trastocará la escena intangible.
III
…tinajón vidriado…
Se acaba, regresa el vidrio
cóncavo
y arremolina imágenes;
vuelve, se acaba donde nace,
muere donde el agua estática.
Se acaba, vuelve…
Le ronda el suspenso.
IV
…paila de bronce…
Volverán a ser maceradas las hojas
y cocidas en tu pecho.
El aroma inmemorial de un nombre
espantará los pasos
desacostumbrados de esta casa.
La hoja
la más simple
se despojará del rocío
ofreciéndose en sacrificio a los
dioses.
Yo estaré mirando al pie de los
vapores,
ciega
estaré esperando esta vez
a que la hoja renuncie.
Del libro “Junto al ceremonial nostálgico de los
hornos
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